Directa, amena y participativa. La teatralización es una herramienta muy útil en la transmisión del conocimiento, especialmente cuando va dirigida a estudiantes que reciben una constante avalancha de conceptos de todas las materias durante su formación. Un paseo tranquilo fuera de las aulas de la mano de un personaje-guía, cambiando de escenarios y relacionando cada parada a un concepto, argumento o valor se convierte en un éxito comunicativo.
Hace más de diez años que en Itinere deseábamos llevar a la calle a una personalidad relevante de la historia de Tarragona en el formato de visita teatralizada. Empecé a explorar la línea del tiempo histórica de nuestra ciudad, descartando casi de entrada la época romana, rica en personajes de fama universal, pero ya muy bien representados en el festival Tarraco Viva. La Edad Media me ofrecía un listado de obispos y reyes y también la posibilidad de construir un personaje a partir de las mujeres y los hombres de cualquier estamento social.
En el Renacimiento, época brillante para la cultura y la arqueología de nuestro país, destacaba la figura de Lluís Pons d'Icart, redescubridor de las antigüedades de Tarraco. Sin embargo, seguí investigando, esquivando guerras, desgracias y calamidades, hasta llegar a finales del siglo XVIII, donde albergaba la esperanza de que la Ilustración me concediera el personaje deseado. Y así fue. En este periodo, encontré una personalidad que me cautivó: Antoni de Martí i Franquès. Mi investigación se detenía aquí.
¿Por qué él? Porque fue el científico europeo que se acercó con más precisión a la composición del aire atmosférico. La concentración de oxígeno en el aire es constante, siempre del 21%, hecho importantísimo para la ciencia. Su curiosidad desde joven, su afán por el conocimiento y su perseverancia, con miles de ensayos realizados, lo llevaron a alcanzar una meta que fue incontestable y, por tanto, reconocida por todos los académicos europeos del cambio de siglo. Una hazaña científica en unos años donde en Europa nacía la ciencia química como la conocemos hoy, alejada de la tenebrosa alquimia.
Antoni de Martí i Franquès, noble, terrateniente y empresario, nació en Ardenya en 1750 y vivió muchos años en la calle Santa Anna de Tarragona, en la actual sede del Museo de Arte Moderno.
Se trata de un personaje polifacético, conocedor de idiomas --antiguos y modernos--, que poseía un laboratorio y una biblioteca de más de 400 volúmenes, que estaba suscrito a varias revistas científicas y que viajó por Europa a finales del s. XVIII.
Se carteó con científicos europeos y, fruto de esta relación a distancia, colaboró con expedicionarios franceses que visitaron nuestra región para determinar la unidad de medida universal que desde entonces llamamos "metro". Me fascinaba su talante políglota, viajero y abierto a Europa, combinado con el arraigo a su tierra. Una tierra de olivos, vid, cáñamo y algarrobos que también lo hizo destacar en el campo de la botánica, concretamente en el estudio de la reproducción de las plantas, tal vez por el interés productivo de sus fincas.
Gracias a sus investigaciones, sus algarrobos resultaron mucho más productivos que los de ningún otro campesino de la zona. Y por si todo esto fuera poco, fue un firme defensor de Tarragona, junto con dos de sus hijos, durante el asedio napoleónico de 1811, ¡y eso que ya tenía sesenta años! Una larga y ajetreada vida que se prolongó hasta los ochenta y dos años.
Para confeccionar el guion, leí la obra de su mejor biógrafo, Antoni Quintana i Marí (1907-1998), hijo predilecto de Tarragona, y tomé notas de la recopilación de artículos publicados por el Centre d’Estudis Altafullencs y la miscelánea que el Ayuntamiento de Tarragona le dedicó con motivo de los ciento cincuenta años de su muerte.
Ya tenía un guion muy esquemático de una única hoja y los escenarios de Tarragona bien definidos, pero me faltaba un actor para encarnar el personaje. Pensé en Jaume Martell, actor que colaboraba con Itinere desde hacía algunos años.
Jaume es antropólogo, tiene una amplia formación en ciencia y es un curioso investigador de archivos, sobre todo en cuanto a aspectos históricos de su pueblo, Santa Coloma de Queralt. Seducido por la riqueza del personaje, se lo hizo suyo enseguida.
Reuniones, lecturas conjuntas y consulta de archivos definieron los rasgos generales de un guion no mucho más largo. A Jaume le gusta tener una cierta libertad al representar a Martí i Franquès, lo que lo hace más comprensible y cercano. De este modo, interiorizando el personaje, adapta mucho mejor el discurso al público que tiene delante. Cada parada en diferentes lugares de la parte alta de Tarragona es una pequeña conferencia sobre botánica, química, historia y reivindicación del territorio.
El proyecto se gestaba, sin prisas, hacia 2010. Pero con motivo de la Declaración de la UNESCO del 2011 como Año Internacional de la Química, recibió un impulso decisivo. La periodista Montse Cartañà de la Unidad de Comunicación de la Ciencia en la Universidad Rovira i Virgili se puso en contacto con Itinere, conocedora de la actividad que estábamos preparando.
Desde aquel año, la unidad Comciència de la URV ofrece la visita teatralizada "Antoni de Martí i Franquès, un científico universal" durante la Semana de la Ciencia. La actividad está pensada para estudiantes de bachillerato, con el objetivo de acercarlos a la ciencia y ayudarles a comprender uno de los capítulos fundacionales de la química contemporánea de una manera comprensible y amena. Se pone de relieve la necesidad de experimentar para obtener resultados fiables. La base de la ciencia es la experimentación.
Todo ello durante noventa minutos más la prórroga, acompañando al científico por unas calles y edificios no muy diferentes de los que frecuentó el sabio de Ardenya hace dos siglos.
Inicio en el Campo de Marte, bajo un algarrobo, para hablar sobre la reproducción de las plantas. Entrada a la ciudad por las murallas y en las escaleras de la antigua sede de los estudios de navegación, hace un discurso sobre la importancia de la logística. En la Casa Castellarnau, explica brevemente la sociedad de la época y de manera magistral, hace participar a los alumnos para desvelar cómo acertó la composición química del aire sobre la superficie del planeta. Toda una lección de ciencia al aire libre que los alumnos nunca olvidarán.