La UNESCO —Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura— reconoce lugares únicos que forman parte fundamental de nuestra herencia.
La esperadísima noticia llegó el 30 de noviembre de 2000. Una asamblea de expertos de la UNESCO reunida en el Palacio de Congresos de Cairns (Australia) determinó que Tarragona había sido elegida Ciudad Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Desde ese momento, pasó a formar parte del exclusivo club de quince ciudades españolas que ostentan esta distinción.
Atrás quedaban cuatro años de esfuerzo, ilusión y trabajo (excavación, documentación y conservación de los restos arqueológicos), a fin de demostrar la importancia de los monumentos de Tarraco, con los que todavía conviven los habitantes de la Tarragona moderna.
En Cairns, la comisión de la UNESCO reconoció como Patrimonio Mundial diez monumentos de la ciudad de Tarragona y otros dos situados en los alrededores, que originalmente habían formado parte del conjunto de la ciudad.
Valor universal excepcional
Para ser incluido en esta lista de ciudades de la UNESCO, se deben cumplir un mínimo de dos requisitos oficiales de una lista de diez y Tarragona los cumple.
En primer lugar, los restos de la antigua Tarraco son un testimonio excepcional en el ámbito de la arquitectura y el urbanismo, ya que el casco antiguo de la ciudad, con su organización en tres grandes terrazas artificiales, sirvió de modelo para la urbanización de otras ciudades capitales de provincia del occidente romano. De hecho, Tarraco se consideró en su tiempo una simulacra romae, es decir, una imitación de Roma, la capital del imperio, una ciudad diseñada y construida por y desde Roma para demostrar el poder del imperio en el Mediterráneo.
En segundo lugar, sus restos también representan un testigo elocuente y sin parangón de una civilización, en este caso la romana.
Por si fuera poco, además se reconocen otros valores en los restos romanos de la ciudad, como el de integridad, por su buena preservación, y el de autenticidad, por cómo estos no se han reconstruido.
Triple reconocimiento
Hoy, veinte años después, Tarragona sigue siendo un ejemplo de todos estos valores reconocidos por la UNESCO.
Desde entonces, se han intensificado las labores de conservación y se han realizado esfuerzos por facilitar la comprensión de los restos arqueológicos de la ciudad.
Los viajeros que visitan nuestra ciudad descubren en las calles y en los monumentos cómo había sido esa gran metrópolis de época romana y también cómo se ha transformado a lo largo de los siglos en una ciudad moderna.
No solo eso. Desde el año 2010, Tarragona se ha convertido en una ciudad con triple reconocimiento como Patrimonio Mundial.
A sus impresionantes ruinas romanas, debemos añadirle también la dieta mediterránea, que todavía está presente en la oferta gastronómica de la ciudad y los castells, las torres humanas que se han convertido en una de las tradiciones más conocidas de la cultura popular catalana y que fueron declarados Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en ese mismo año.
Al ser Tarragona una de las ciudades donde se originó esta tradición, los castells son elementos imprescindibles de las fiestas de primavera y verano en la ciudad.