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20/12/2021

Los acueductos de Tarraco

By Joan Canela Gràcia
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Como toda gran ciudad romana, Tarraco era abastecida de agua mediante acueductos. Los dos principales eran conocidos como del Francolí y del Gaià, pero ¿qué conocemos realmente de estas imponentes infraestructuras hidráulicas?  Aunque parezca mentira, hasta ahora sabíamos relativamente poco, más allá de los elementos más monumentales, como por ejemplo el Pont del Diable. Los acueductos romanos de Tarraco, un proyecto dirigido por el investigador Jordi López Vilar del Institut Català d’Arqueologia Clàssica, heredero de los trabajos e investigaciones anteriores de José Sánchez Real o Rodolfo Cortés, y del cual yo formo parte, está empezando a arrojar luz sobre el asunto. De hecho, aún podríamos ir más lejos en el tiempo, ya que en el siglo XVIII el arquitecto Joan Antoni Rovira hizo un levantamiento topográfico del trazado del acueducto del Gaià por encargo del arzobispo Joaquín de Santiyán y Valdivieso, que quería estudiar la posibilidad de reconstruirlo para llevar agua a Tarragona. Viendo el enorme gasto que supondría, se optó por construir una mina nueva que seguía el trazado similar al del acueducto romano, conocida como la Mina del Arzobispo y que nace en el pueblo de Puigpelat.

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Entremos en materia hablando del acueducto del Gaià. Se trata del acueducto romano más largo de Catalunya, más de 50 km de recorrido, ¡poca broma! La cosa se complica, porque en realidad no es un acueducto, sino dos: un primer tramo que nacería en las inmediaciones del Pont d’Armentera, llegaría hasta Puigpelat y tendría unas dimensiones humildes, y un segundo tramo más monumental entre Puigpelat y Tarragona, con una conducción cubierta de bóveda y que alcanzaría 1,60 m de altura por unos 60 cm de ancho. A la altura de la montaña de la Oliva, un espectacular puente que no se ha conservado (¡y que sería cómo mínimo el doble de largo que el Pont del Diable!) llevaría agua directamente a la Acrópolis de Tarraco, si bien también existiría otro ramal que llevaría agua a la parte baja de la ciudad. Se pueden ver tramos muy bien conservados de este acueducto en la calle de Fra Antoni Cardona  i Grau en Tarragona o en diversos puntos del entorno de los Jardines de l’Imperi en el pueblo de los Pallaresos. Esta infraestructura (o como mínimo el tramo entre Puigpelat i Tarragona) se habría construido en la época del emperador Augusto.

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En el caso del acueducto del Francolí, la investigación está en una fase más incipiente, pero con toda seguridad también ofrecerá resultados interesantes. Su recorrido es más corto (en torno a unos 15 km) y uno de sus elementos más conocidos es el Pont del Diable, que tiene una longitud de 217 m y una altura máxima de 27 m. Pese a su espectacularidad, el acueducto que sostenía era bastante humilde (con una caja de 50 cm x 50 cm). Por otra parte, se habría podido construir siguiendo la orografía (cosa que lo habría hecho 2 km más largo, pero paradojalmente mucho más económico, ya que una construcción como la del Pont del Diable, era, literalmente, una obra faraónica). Una vez más, parece que el puente se habría construido para ostentar el poder y la grandeza de Roma, más que por una necesidad imperiosa. Situado estratégicamente en un punto visible desde la via de Italia in Hispanias, era un aviso al viajante de que se acercaba a una ciudad muy importante. El acueducto del Francolí no presenta unas dimensiones destacables hasta las proximidades de Tarragona, donde era complementado por una cubierta con bóveda, alcanzando 1,60 m de altura. Se calcula que el punto de llegada del agua, dentro de la ciudad de Tarraco, sería en las proximidades de la actual  Rambla Vella. En Tarragona ciudad se puede contemplar un tramo muy bien conservado de este acueducto, en la Avenida Catalunya, al lado de la N-47. La construcción de esta infraestructura sería más tardía que la del Gaià, hacia mediados del siglo I d.C.

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Estamos ante obras de ingeniería espectaculares. Para que os hagáis una idea, presentan un desnivel mediano de entre 2 y 3 por mil. Esto significa que en cada kilómetro de recorrido, como mucho hay un desnivel acumulado de 3 m. Impresionante. Los romanos sabían que el agua cuando corre tiene mucha fuerza y si no afinaban bien los cálculos, esto podría acabar comportando fácilmente la destrucción del acueducto. También para reforzar la construcción,  colocaban en algunos puntos medias cañas en las juntas entre la pared y el pavimento, cosa que reducía la fricción del agua en estos puntos críticos y reforzaba la canalización. Cuando vemos una maravilla como esta y sabemos que no disponían de los medios que tenemos hoy en día, es lógico preguntarse cómo lo hacían. La realidad es que los romanos disponían de recursos para llevarlo a cabo, y muy probablemente planteaban el recorrido del acueducto sobre el terreno con instrumentos de agrimensura como la groma y debían ir calculando un desnivel mínimo a partir de unas herramientas como los niveles de agua o similares.

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Joan Canela Gràcia
Joan Canela Gràcia es licenciado en Historia por la URV, máster en Arqueología Clásica por la URV, UAB i ICAC y doctor en Arqueología por la URV. Arqueólogo de profesión, también investigador adscrito al ICAC y profesor colaborador del Máster de la Mediterránea Antigua de la UOC, UAB y UAH.

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