Si hablamos de la civilización romana, seguramente una de las primeras ideas que nos viene a la mente es la de su poder militar. Legiones con estrategias y tácticas bien aprendidas que, a golpe de escudo y corte de espada, agrandaron este imperio de la antigüedad.
Si nos esforzamos un poco más y dejamos a un lado el belicismo, nos damos cuenta de lo que todo el mundo reconoce: los romanos fueron unos grandes arquitectos e ingenieros. Supieron poner la arquitectura y la ingeniería de caminos, canales y puertos (como la llamamos hoy) al servicio de las ciudades.
Hace dos milenios, afrontaron con excelente nota uno de los retos más destacables de la humanidad: llevar el agua fluida y abundantemente hasta los centros urbanos. Asegurar un mínimo caudal de agua de manera constante, durante todo el año, a pesar de la sequía estival, requiere un gran dominio de la ingeniería y una decidida voluntad de sacar adelante aquellos macroproyectos. Prospecciones del terreno, cuidadosos cálculos, una gran maestría constructiva y una ingente cantidad de mano de obra lo hicieron posible.
En los más de veinte años del festival Tarraco Viva, el mundo del agua en época romana ha sido tratado en conferencias como la que recuerdo del ingeniero Isaac Moreno, a pie de monumento, o demostraciones de agrimensores sobre cómo calcular y medir los pendientes de los acueductos.
La edición del festival del año 2020 estuvo marcada por un obstáculo más en la historia de la humanidad y, en plena pandemia del Covid-19, no es casualidad que el festival se dedicara a la salud y la higiene. Sin duda, hace dos mil años, el agua jugó un papel decisivo a la hora de garantizar la higiene y el bienestar de toda la población, rica o humilde. Un agua que tanto nutría las termas de una lujosísima villa a las afueras de la ciudad como manaba de la fuente de la esquina de una ínsula situada en un populoso barrio.
El evento se celebró inusualmente en el mes de octubre debido al confinamiento primaveral y la dirección del festival apostó por divulgar el mundo del agua en la antigüedad a través de la teatralización. Itinere resultó elegida entre las candidatas y recibió el encargo de la empresa de gestión de aguas de Tarragona EMATSA de llevar a las calles de Tarraco el personaje Sextvs Ivlivs Frontinvs, curator aquarum de Roma.
Itinere debía elaborar un monólogo que se añadiría a una de las secciones más características de Tarraco Viva. El festival cuenta en cada edición con un nutrido grupo de actores que representan, con un gran nivel de interpretación, uno de los pilares de la programación: monólogos y disertaciones de grandes personajes de la antigüedad. Era, por tanto, un reto que afrontábamos con ilusión y a la vez con responsabilidad, dados el nivel y la trayectoria de esta sección del festival.
Para acercarme a Sextus Frontinus, empecé a informarme con lecturas rápidas de la Enciclopedia Británica y la Wikipedia y de esta manera, empecé a trazar los rasgos generales de su biografía.
Mediante una línea del tiempo, tenía que enmarcarlo en su época y sus coetáneos. Frontinus vivió durante los últimos setenta años del siglo I de nuestra Era. Había que tener muy en cuenta pues la historia y el marco político del imperio que él conoció y muy especialmente, de la ciudad de Tarraco. Una ciudad que nunca llegó a visitar o al menos, no tenemos constancia de ello. Pero en todo caso, esto entra dentro de la magia del festival Tarraco Viva.
Una vez conocido el personaje, lo más importante era llenar de contenido, con base científica, el guion sobre la estancia del curator aquarum de Roma a Tarraco. Por ello, tenía que documentarme con bibliografía básicamente local. Un excelente recurso y fuente de información fue el libro Tarraco y el agua, catálogo de la exposición organizada en el MNAT en 2005 con artículos de Joaquín Ruiz de Arbulo, Jordi Blay, Josep M. Macias, Josep M. Puche, Josep Anton Remolà y César Pocino.
Además de consultar bibliografía general sobre el mundo del agua en el imperio romano, necesité ayuda para evocar lugares de la travesía marítima de Roma hacia nuestra ciudad. Por ejemplo, pedí consejo a la catedrática de Clásicas de la Universidad de Granada, la amiga Amalia Rodríguez, a fin de que me asesorara para dar unas pinceladas helenísticas al monólogo, ya que nuestro personaje vivió un tiempo en Pérgamo y en su viaje imaginario en Tarraco pernoctó en Empúries y me interesaba muchísimo recrear lo mejor posible el ambiente griego de este puerto.
Había llegado el momento de seleccionar un actor que se pusiera en la piel de nuestro personaje, un hombre de unos sesenta años que ocupó uno de los cargos de mayor responsabilidad en la ciudad más grande del planeta de hace dos mil años, Roma. De su organización dependía la salud de cerca de un millón de habitantes que vivían en la ciudad.
El actor elegido era un viejo conocido, colaborador de Itinere, Jaume Martell. Hace más de una década que Jaume se pasea por las calles del casco antiguo de Tarragona metido en la piel de otro genio, este sí local, el científico Antoni de Martí i Franquès. Era sin duda el mejor candidato, porque tiene una forma de interpretar sus personajes, siguiendo un guion esquemático que completa con unas dotes de improvisación que lo hacen muy cercano al público. Tiene un amplio bagaje y estudios de física y antropología, que le aportan unos conocimientos que acaban aflorando en sus interpretaciones y argumentaciones.
Disfruté muchísimo elaborando el guion y no me preocupaba demasiado el marco temporal, ya que tenía unas ideas ordenadas sobre la época y el estado de la ciudad. Era fabuloso poder imaginar, a mi manera, una travesía por mar entre Roma y Tarraco, la llegada al puerto y el paseo hasta el encuentro con su amigo Marcus.
Durante los meses del confinamiento, dejé volar la imaginación, describiendo el trayecto de nuestro personaje entre Tarraco y la villa situada en la otra orilla del río Tulcis, la actual Francolí, donde se hospedó. El trayecto en carruaje permitía a nuestro invitado disfrutar de los olores que la lluvia despertaba en el campo aquella tarde o contemplar las tareas de los agricultores en los viñedos del borde del camino.
Las recomendaciones de Frontinus para crear un cuerpo de curator aquarum en Tarraco y la inspección de los canales en el ager tarraconensis debían ser el hilo conductor del monólogo. El actor Jaume Martell enseguida se hizo suyo el guion y encontró seis puntos principales a desarrollar mientras pasea acompañado del público. Su monólogo termina con una alabanza, pelín patriótica, a la ingeniería y la higiene de su tiempo.
Solo se hicieron tres representaciones, pero fueron suficientes para constatar la buena acogida y el entusiasmo de los tarraconenses por este magnífico personaje. El sabio Frontinus pronto se volverá a pasear por las calles de Tarraco para compartir con vosotros sus conocimientos. ¡Estad atentos a su regreso a la ciudad!